jueves, 25 de mayo de 2017

Como de costumbre

Como abriendo las compuertas a un torrente, después de numerosas semanas de silencio y soledad, te traslado la montonera de reflexiones, de asombros, de cuentas que conmigo llevo y tengo pendientes, en un casi imparable discurso (cuitas, recuerdos, aplazamientos de la pereza) que escuchas con paciencia y afirmo que con verdadera atención.
Años de amistad y confidencias a su remolque, que nos cambiaron la condición que primero fue, incluso con respeto y simpatía, de poderdante y apoderado.
Y no es que permanezcas callado: matices, coincidencias, observaciones atinadas, razones de peso que apuntalan mis carencias, mis desvaríos, a rachas algo lúgubres.
Luego reciclo, hago balance. Y pienso que --más sobrio y menos mayor -- es poco lo que de tu propia panoplia de problemas me participas. Y alguno concreto, de tal entidad que casi los que he expuesto bien pudieran empezar a palidecer.
Porque ese asunto que lamento a fondo como si fuera mío también, tiende una sombra honda a la hora del apretón de manos, del hasta la vista que tendrá lugar, con el permiso de la Autoridad y si el tiempo no lo impide, cuando el Destino, Dios, la Suerte lo decidan.
Una cuestión, no sé si entre o sobre otras, me queda sonando de lo tanto que hemos conversado: el tiempo que se pasa, las cosas que nos han ocurrido y que no supimos vivir con la intensidad, el rigor y la atención que merecían: el plomo líquido de esos arrepentimientos que todavía justificas para confortarme, abonándolos a la sensibilidad.
Y es que lo tuyo suele ser, amigo, el señorío. Gracias.

1 comentario:

  1. Pionono se alegra sobremanera de que sientas la presencia de un amigo. En nombre de todos los que en el mundo son, somos, ¡gracias por tus palabras!

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