sábado, 4 de marzo de 2017

El truco



Ruidos opuestos con el autobús, con la “libertad de expresión blasfema” del carnaval, con la tira de tiras y aflojas…
Hay que reconocerles la capacidad de sugestión, incluso hipnosis, la insistencia y la gran inversión en prebendas, enchufes y pesebres, concedidos a fans y amiguetes del taller.
El resto del truco no es misterioso: se apropia uno del término “progresista”, bendito y evocador de bienes donde los haya, y se va lavando el cerebro del personal durante décadas, machacando en indesmayable y tendenciosa propaganda la idea de que los conservadores (la derecha, que también es verdad que tiene lo suyo) son los únicos malos, hasta el punto de que nadie se atreva a decir o pensar cosa en contra, por miedo a ser de inmediato tachado de fascista o algo peor, acorralando al adversario con tal tesón y malas mañas que termina acomplejado a fuerza de sufrir el chaparrón infinito de las descalificaciones.
Luego se ejercen con método la hipocresía y el cinismo y cátate democracia donde, menos el pensamiento único de esta seudoizquierda tramposa, todo es ilegítimo, vergonzante y censurable, los cristianos, lo suyo es echárselos a los leones, más o menos.
Con intereses de usura se cobran los tiempos en que, por rojos, los asimilaban al demonio.
Pero queríamos la democracia (una verdadera, claro) para que todos, todos, dentro de la ley, pudiésemos opinar y pretender sin ser insultados ni perseguidos.
Pues va a ser que no, mira tú.

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