sábado, 26 de noviembre de 2016

Fidel Castro: por sorpresa

Parecía que no iba a ocurrir nunca. Como con Franco.
El "glorioso Líder" de la Revolución (que también se pareció a nuestro Caudillo en lo de sublevarse contra el Gobierno oficial y en lo de la mano de hierro y los juicios sumarísimos y las cárceles, y más de cuatro fusilamientos, mira tú) la ha palmado. Seguro que sus devotos a él no le regatearán el "homenaje": antes bien, se van a ir de vareta con los ditirambos y los panegíricos.
Al 2000, todavía quedaban en la Habana miles de pintadas por paredes y fachadas, que seguían proclamando y soflamando las rancias consignas, las arengas sectarias de aquel aquelarre, mientras eran patentes el sometimiento agarrotado y la miseria de las gentes, los automóviles, una y otra vez remendados, los antiguos palacetes y villas por el Vedado y tantas otras zonas, entregados a la podredumbre y a la ruina sin provecho para nadie, el miedo a pronunciarse contra el falso "buen rollo" impuesto, etc. La vuelta de tuerca rigurosísima que tan mal casaba con el temperamento jubiloso y solar de los cubanos, quienes, "tirano por tirano", terminaron quizá por no saber a qué carta quedarse.

Los del exilio, en Miami, ya han salido a las calles para celebrar el suceso y el deceso. Porque nunca vieron claro al salvador ese de la patria.  

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