sábado, 23 de julio de 2016

En clave de espectáculo

se desarrolla esta particular revisión de la leyenda de Tarzán.
De estupendo espectáculo, lo que no obsta para que se traten los abusos y la avidez explotadora y colonialista que el rey belga y su cuadrilla ejercieron sobre aquella tierra y sus gentes durante años.
Que las cosas no eran como ahora (o no del todo), ya es sabido. Y las propias masacres que fueron poniendo término a todo aquello, si es que lo pusieron, llegaron a trivializarse tanto, con tal inconsciencia (y lo que ahora llamamos, y clamamos, incorrección política) que se popularizó una canción cuya letra decía "qué pasa en el Congo (bis), que al blanco que pillan (bis) lo hacen mondongo".
Aquel Congo al que en el colegio se le seguía nombrando como Congo Belga, los de mi quinta se acordarán, en palabras del extinto Don José Rey, en San Francisco de Paula, finales de los 50.
Y es que el "estilo colonial" no sólo fue extremo en España, como algunos se empeñan en decir; en todas partes se cocieron habas, y más gordas a veces, aunque puede que con mayor hipocresía.
En fin, la peli es preciosa de ver, los elefantes, guapísimos y asombra que selvas tan impenetrables se recorran con tanta habilidad y atinada fluidez. Claro que se trata del mítico Hombre Mono. Así, cualquiera. 

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