sábado, 4 de junio de 2016

Leo Messi (y sus trastornos)

Seguramente son harto jugosos
los derechos de imagen que devengas
cuando lo que te pide nuestra Hacienda
es una cifra propia de un coloso.

Pero donde el asombro de la plebe
llega a su cúspide y más alta cima
es al oír tu balbuceo leve,
tu más que inverosímil pantomima.

Sostienes que jamás te interrogabas
cuánto se manejaba
o dónde se ponía
el inmenso caudal que recibías;
y que papá se ha encargado de eso, 
porque, niño travieso,
de jugar sólo al fútbol te ocupaste
(que eso lleva un desgaste
y casi nunca se está para más).

Y aunque la Fiscalía se ha marcado
una milonga de extraño compás
(que a ti yo no te culpo
y a papá va a caerle "la del pulpo")
no así la Abogacía del Estado,
a la cual, Leo, no se la has colado.

Tus pies te han procurado la fortuna
y la fama de un amo del cotarro,
mas con esta conducta inoportuna
serás un ídolo con pies de barro. 

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