sábado, 11 de junio de 2016

Del ejemplo de gallinero que, con otras singularidades y mañas, expuso en plaza pública quien podía, por aquello de la libertad de expresión

Un pueblo de aluvión. Creo que Serrat decía algo así en una de sus canciones.
Pues eso. Pero lo que es de aluvión o, mejor, un zurcido, un híbrido de ideologías, y aun más, de intereses desconcertados y enfrentados, es ese gobierno regional que terminaron sacando con fórceps en Cataluña y que se va a ir a pique entre las tensiones de los separatistas, las turbias redes enmarañadas del clientelismo y la corrupción, y el tironeo del mangoneo y de la cuchipanda, en tanto los sufrientes ciudadanos que en esa comarca moran experimentan día a día el desorden, los favoritismos, la desatención de sus problemas más graves, los impuestos (junto con los de Andalucía: otros que tal) más altos de España y los lamentos victimistas de los embaucadores vigentes, al cuidado sólo de lo que se le pueda sacar, FLA, etc., al tan denostado "Estado" español.
El Sr. Puigdemont (a quien no sé si corresponderá también aquello de "honorable" que pasmosa y desvergonzadamente exhibía Pujol) dice ahora, como si no lo hubiese visto venir, que no habría aceptado el nombramiento si, al final, se iba a sentir como araña colgada de la telaraña de amor o de desamor de la CUP, aunque sean otras sus palabras, más de político al uso o de mercader, conceptos que no andan tan lejos, tal como está el patio.
Y lo querían arreglar con una bandera. Ya te digo. 

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