domingo, 22 de mayo de 2016

Caracas

De Caracas tengo buenos recuerdos. De Carlos Montenegro y otros colegas músicos de finales de los 60. Allí estuve luego, acompañando como guitarrista a una célebre cantante, veinte años después, cuando el Pampero Aniversario costaba el equivalente a 600 ptas. y lo bebíamos a destajo, y no nos hacía daño sino todo lo contrario. Y yo no era abstemio obligatorio como ahora.
Cuando Álvaro Serrano, que había militado conmigo en los Pekenikes, nos invitó a una espectacular parranda en una finca con impresionantes vistas de montaña y me regaló, insistiendo en ello, el búho de vidrio, hecho por su hermano, que anda posado en mi ventana de las "telarañas".
Y ahora Caracas se estremece y sufre, entre el hambre las privaciones, al borde de un desastre que tiene muchas posibilidades de estallido social, brutal sometimiento y dictadura de las peores y más grotescas, como colofón de ese desvarío que ha sido (y sigue siendo) la revolución sarcásticamente "bolivariana" con la que el ex-golpista Hugo engañó y arruinó a Venezuela.
El continuador, desbordado Maduro, retórico de odios, paranoico de complots, loco, loco, loco, que podría cantarle Shakira, será capaz ((lo viene siendo ya) de cualquier abuso que lo ayude a prolongar su nefasta adicción al poder, y sus arengas inflamadas y truculentas.

1 comentario:

  1. Estuve en Caracas hace 7 años y ya me pareció un asquito de ciudad. Atascos permanentes, olor profundo a petróleo y continua sensación de inseguridad. Cuando tomabas confianza con la gente, se atrevían a sincerarse contigo, te contaban la calamitosa vida que llevaban y las increíbles fechorías del gorila.

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