miércoles, 24 de febrero de 2016

Mario e Isabel (3ª entrega)

Hacéis una extraña pareja
de luminarias algo añejas:
la esfinge que estira su piel
aun más allá de lo imposible
y el célebre, otrora doncel,
de la alta pluma inmarcesible.

En anteriores ocasiones
desde mi edad considerable
comprendí vuestras emociones
que comenté con sesgo amable.
Mas al veros rizar el rizo
con cierto empacho de "elegancia",
me va resultando postizo
el olor de vuestra fragancia.
Su traslúcido pergamino
de los pómulos al chumino;
bajo tu cabello nevado,
tu talento, más que probado.

¿Tan difícil resultaría
un pellizco de discreción?
¿No tendría más armonía
menos prensa del corazón?
Obsevando vuestra deriva,
el espectador zozobrante
reconoce a la falsa "diva"
pero no al Escritor de antes.
Como un virus, la vanidad
os derrota en esta pelea:
una discutible "beldad"
y un pobre abuelo que chochea.

Que Dios nos coja confesados
en nuestra atalaya modesta.
Ni un ridículo bien llevado
ni el blanco satín de las noches
salvarán el dudoso broche
que cierra al final vuestra fiesta. 

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