sábado, 5 de septiembre de 2015

Un mal trance



Ahora recuerda alguna de las visiones que le sobrevenían al cerrar los párpados para intentar dormir. Y que sistemáticamente se lo impedían.
Escenas de multitudinarias batallas de la Independencia norteamericana; de otras guerras del XVIII y XIX en Europa. Leones en sabanas, copiosas migraciones de otros animales por parajes de vegetación de aspecto africano, que en tantos documentales había visto.
Las paredes, cambiando como a tela de tapicería o papel en relieve que se movía de arriba a abajo de modo oblicuo o transversal.
Bancos de peces en fondos marinos; plantas misteriosas que crecían y se retorcían, originando extraños seres vermiformes. Hormigas ínfimas discurriendo por los rodapiés.
Destellos concéntricos de luz, fogonazos intermitentes. Un toro persiguiendo a un picador, en la minúscula superficie de un tornillo, bajo un listón de madera, éstos reales…
Conectado de forma permanente y dolorosa a cables que le administraban medicamentos, llegó a tener la alucinación de que su problema no era médico, sino originado por una manipulación de esas tan sofisticadas que las tecnologías parecen ser ya capaces de producir; que debía ir a denunciarlo todo a la policía. Se quitó los vendajes más de una vez.
Todo fue una vertiginosa pesadilla. Y uno de los 7 u 8 galenos que anduvieron revisándolo, dijo, en plan descriptivo, que era como si un avión le hubiese pasado por encima.
Porque 47 años de hábito casi cotidiano, entusiasta afición y admirable tolerancia que nunca lo llevaron arriba de tres o cuatro veces a la ebriedad ni a los vómitos, ni a casi más que alguna resaca suelta, se ve que lo dejaron inconsciente, solo como vive, desde las doce de la noche aparentemente normal del 16 hasta la media mañana del 18. Y le produjeron, durante ese tiempo, uno o varios ataques epilépticos de los que salió con golpes, heridas y, sobre todo, suerte.

Siempre supo que aquella vocación no era saludable. Pero se negaba a renunciar a los deleites del paladar. Y cuando se le calentaba la boca…
Así que en esa ocasión entrevió, ya en la clínica, el final; y aunque nunca se lo había planteado en firme, le llamó la atención sentir que tenía más pena que miedo.
Ahora va a tener que agarrarse: a la paciencia, porque los borradores manuscritos (y otras cosas) no salen del todo bien. Refranero como es, al “que me quiten lo bailado”. A la generosidad que están arrimándole Irene y Maritere, cada cual con su porqué, y a quienes, después de asustar y disgustar tanto, va a deber permanente gratitud.  

2 comentarios:

  1. Gracias a la pareja por sus cuidados y a los médicos por su acierto. Me alegra que hayas salido bien de este duro y aterrador trance. Enhorabuena y recibe de mi parte un afectuoso abrazo, MAESTRO.

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  2. Gracias a la pareja por sus cuidados y a los médicos por su acierto. Me alegra que hayas salido bien de este duro y aterrador trance. Enhorabuena y recibe de mi parte un afectuoso abrazo, MAESTRO.

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