viernes, 31 de julio de 2015

Reflexión con citas



Yo no veo muy seguro que lo nuestro durase. Pero…
Como dice José Mota, ¿y si sí?
¿Por qué, entonces, debería renunciar al placer de tus hombros y escote suntuosos, a tu taurina grupa, a tu melena, densa sombra apasionada; a tu voz que me ha dicho, con repentina inspiración o casual e impremeditado arrebato (esto no lo sabemos), “te quiero mucho”?
¿Por qué, entonces, no incurrir otra vez en el folio de la Trilogía del Verano*?
¿Y por qué no dejarme inundar ahora por aquella intención tuya en la página 33 del “Sello de la Casa”?

* “Verde Veronés”, página, vaya, 69.

jueves, 30 de julio de 2015

La prueba



El hombre procuró ser, como el oso, el tigre y tantos otros ejemplos de dignidad, fuerte, consecuente con la soledad, que es el precio que tarde o temprano, siempre, se paga por los relativos gramos de libertad que nos concede el camino.
No quiso que lo sometieran sus necesidades, “más provechosas sufridas o castigadas que satisfechas”.
En algunas bazas perdedor, con el ánimo erguido fue sobrellevando sus “derrotas”. Mantuvo, más o menos, el tipo frente a ciertas embestidas incansables, olvidos e ingratitudes de los insensibles, cansinas impertinencias de los torpes.
Apuntaló costumbres, prosaicas y de las otras: las lecturas, la reflexión; la pintoresca independencia de la tapa del retrete, levantada. Intentó adaptarse a un excesivo silencio. Adscrito, y aun adicto, a la liturgia gozosa de la ducha cotidiana, rehusó, empero, acatar como indiscutible el dogma de los horarios, que adaptó con liberalidad a sus personales decisiones y criterio. Mantuvo con similar coherencia el mando a distancia de la tele, disponible para cambiar de canal, de programa, de película. Las botellas de los alcoholes favoritos en el mueble bar de diseño propio.
Como pilares de su dieta atípica/empírica, conservó, entre otros, la reserva de Bacardí, el Redoxón efervescente, la paletilla ibérica.
Renegó y se situó un poco al margen de bodas, bautizos, comuniones y navidades, melosos patetismos variados y, lo que es peor, embarcadores, deprimentes. Soportó, que no era fácil, el chaparrón de las descalificaciones, la capciosa sospecha de los demás, las inercias ajenas que, con o sin disimulo, se iban proponiendo matices de exclusión activa o desdeñosa.
Pasó el tiempo; pocos lo comprendieron o aprobaron su conducta pero, ¿quién podría afirmar con verdad que no se respetó a sí mismo, que no se avino a pagar toda la factura? ¿Que no voló (como Cyrano) quizá bajo, pero solo, que no le quedaría, en el último instante, lo que nadie iba a poder quitarle, su orgullo?

miércoles, 29 de julio de 2015

V



(Que es ese álbum de canciones que algunos conocerán, y en cuya carpeta aparezco ataviado como el Cardenal Richelieu; o como Mazarino, que también fue cardenal.)

Lo llevo puesto mientras conduzco. Lo escucho a fondo; lo disfruto.
(No me creo a esos que dicen que, terminado un disco o un libro, JAMÁS – ¿jamás? – lo  revisan.)
Y son una gozada, por ejemplo, las intervenciones de Esmeralda, todo un primor de matices, de intervalos bien elegidos, de sugerente amalgama de espontaneidad y sabiduría.
La memoria, la música, las convocatorias urden sus delicados laberintos; tejen sus hilos sutiles; establecen con esponjada parsimonia (eso es así) las flotantes balsas sobre un río cajun, por el que discurriera la “Canción-Puente”, en su inexplicable añoranza involuntaria (y salvando variadas distancias que a cualquiera asombrarían) de April Stevens y Nino Tempo, cuando hacían el delicioso dúo de “Deep Purple”, de Parrish & Rose*.
Tantos años atrás.

*(Porque siempre se debe citar a los Autores. ¿A que sí?)

martes, 28 de julio de 2015

Por el teléfono



Hablé con una amiga remota, discontinua, más o menos desentendida, como casi todos.
(El casi, lo añado por precisión y cortesía; y porque no olvido las escasas y firmes excepciones.)
Le he señalado, por más que es un detalle superfluo, por lo obvio, que la gente va muriéndose. Y que deploraré, o quizá ya ni eso, que lo que sea nos ocurra a alguno de los dos, porque “tenemos una edad” ahora, sin tomarnos un postrer café, sin un rato de conversación, que no creo que desde luego estemos para más, una especie de rito, vale, sentimental, al menos por mi parte. De despedida.
Sí, sí, claro. Te llamaré.
La gente, con el tiempo, se ha ido endureciendo.
Y más gerundios: enquistando,
                            hundiendo,  
                            desengañando.
Ha ido recelando; enrocando las piezas petrificadas de un ajedrez que ha perdido relieve, resplandor, conciencia, romanticismo del bueno, no del cursi, ilusiones, sensibilidad.
Quizá debo comprender o, mejor, asumir que eso es así, como suele decir la Pedroche, sin saber todavía lo que le aguarda, mientras anda en su mejor tiempo, risueño y guapo. 
Aunque recuerde que, desde el principio, sentí por esa amiga en cuestión (todos jóvenes, novia de un colega), una especie de ternura sin explicación, que me llevó a regalarle, valiente tontería, un lapicero, a modo de juguete que distrajese su atención de…
El tiempo nos lleva a todos, para que nada quede.

lunes, 27 de julio de 2015

La unión hace la fuerza



Esto siempre se ha recomendado, en el entendimiento de que la debilidad es esencialmente negativa y a nadie conviene.
Y no obstante, padecemos en España dos o tres pandas de saboteadores, tan faltos de lógica como sobrados de mala intención, que están empeñados en romper la Nación en trozos.
(Porque la debilidad de cada trozo se podrá manipular mejor. Porque los que roban ya saben que, por separado, robarán más y más fácilmente en cada feudo, en cada reino de taifa, tal como ya vienen ensayando – y consiguiendo – hace décadas.)
Lo sé hasta yo, soñador por libre, semiácrata, músico en la cuerda floja de toda la vida. La unión hace la fuerza. ¿Y la debilidad, la mierda?
¿Serán cabras que, claro, tiran al monte?
Y encima, desde el punto de vista estético, suelen tener los típicos brochazos del lamentable aire cateto, la obtusa forma acémila de embestir sin desmayo, en su cansino, y tan interesado, propósito. Qué plastas.