domingo, 28 de junio de 2015

Según los meteorólogos,



es la primera de esta temporada oficial. La llaman ola de calor, y consiste en esa jugarreta del Destino que te hace blasfemar con entusiasmo y que te sitúa al borde mismo de la muerte por desesperación y enojo.
De modo inconcebible, tomando el sol en la playa, hay masoquistas aguerridos como conquistadores extremeños, como feroces mercenarios almogávares de Roger de Flor, aficionados a la insolación y al cáncer de piel, de cuya inteligencia y sensatez hay que experimentar inevitables y profundísimas dudas.
Ante mí mismo, me he negado a cualquier compromiso (esa palabra tan favorita de las compañeras sentimentales), a cualquier disciplina, a cualquier responsabilidad. No me pego un tiro en la sien porque en casa no hay armas de fuego.
He cruzado la avenida, sintiendo sobre mi desgraciado cuerpo el peso del mundo y la fragua de Vulcano, y me he puesto en las manos restauradoras de los cocineros de Manguita, quienes han tenido la gentileza de coronar su proverbial sabiduría en el tratamiento de los pescados de Cádiz, ¡con un tocinito de cielo!
Ahora, siesta y Fujitsu.

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