martes, 3 de marzo de 2015

¡Agua va!



Como de costumbre, se oye de todo.
Y claro que en el norte de España, en general, llueve cantidad, y unos años, todavía más que otros. Y nieva; y se deshiela.
Así que el caudal de los ríos se pone más que a tope, los afluentes engordan el Ebro, que ya de por sí tiene su tamaño, y pasa lo que pasa: los campos anegados, las cosechas y el ganado, a la basura, los pueblos y ciudades, inundados, la gente evacuada, y las casas y propiedades destruidas por el efecto del desmadre infinito del agua.
Por un lado, hace años se suspendió el Plan Hidrológico, en medio de un caos de manipulaciones, egoísmos, política ratonera, intereses espurios, interrupción en la que ya se perdió un dineral. Porque, en aquella arrebatiña, el Ebro era, para una de las facciones que siempre organizamos en Iberia, “intocable” y lo más “inteligente” es que el agua que sobra (que ya se ve que es mucha) se tire al mar en vez de aprovecharla razonablemente, que para eso están los ingenieros, las obras públicas, el regadío, etc.
Luego se añade que las leyes medioambientales prohíben el dragado, lo que hace pensar en pruritos de ecologistas, ocasionalmente próximos a las paranoias utopistas. Y lo que queráis añadir.
Ahora, nuevamente, así está la cosa. Se declara zona catastrófica, nos arrean un palo extra en los presupuestos, total siempre pagamos los mismos, y tan contentos.
Si se eliminó el Plan Hidrológico, ¿qué mierda de “plan” es éste?

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