lunes, 16 de marzo de 2015

A veces, es tan verdad...



Le dijo, porque era ya dolorosa evidencia, que estaba enfermo de deseo por ella, que nunca había sentido un tirón tan fuerte de lo que, con matices diversos, andan llamando amor.
La mujer, insegura, indecisa, dudaba. No se resolvía a corresponderle, sujeta a eso de las responsabilidades, que también habrían podido ser prescindibles y que sólo estaban apuntalando la ficción de “un sentido, una utilidad” en su vida, tan injustamente cruzada de las exigencias que la empujaron siempre a “darse a los suyos”, cediendo en todo, postergando iniciativas que se referían a sus personales, naturales, legítimas querencias.
Pasó el tiempo; se fueron desperdiciando las posibilidades, la luz, el impulso que aquella pasión llevaba en el ADN.
Conocí de primera mano la pena atroz de ese desencuentro.
¿Sabéis el dicho aquel de “eso no tiene perdón de Dios”? A veces, es tan verdad…

No hay comentarios:

Publicar un comentario