domingo, 22 de febrero de 2015

Y todavía faltaba



Aquella distante noche, imprevisto encuentro, eras una hermosa odalisca, bailando para mí. O para ti, o para tus espejismos, quién podría determinar la verdad.
Entre el juego y la seducción, envuelta en un vestido que iba a ser azul y terminó siendo de cualquier otro color, improvisabas tu danza velando, no sé por qué, tu escote con una especie de incongruente chalina que, a mi petición, dejaste pronto fuera, a un lado.
De esa noche, inesperada aunque, ya se ha visto, no imposible, quiero quedarme con tus ojos intensos, con tus cabellos oscuros, con el sabor entregado y complaciente de tu sexo, la satinada felicidad de tus senos y tus axilas y el asombro del tatuaje deslizándose hacia tu cadera.
Y todavía faltaba la sesión de la mañana, disfrutando juntos con lenta delectación la estampa de tu deliberada desnudez.
Observo, con la mirada atenta que me conoces, tus movimientos, tus apasionados desórdenes, la energía que generas para mojar tus conflictos, para decidir tu resuelta vocación como un destino. Y ya te he dicho que por ti anda el Sur y, añado ahora, el Oriente.
Yo que, sobre mi nombre, posiblemente algo tengo de remoto y vertical visigodo (bien que injertado en según qué contrarias querencias), siento la atracción de tu propia y ondulante barbarie, algo alterado en mis propósitos, al menos teóricos, de equilibrio, de ponderación, de refrescada racionalidad.
Cosas que posiblemente haremos, o que no haremos, cautelosos (?), derrochadores de tiempo, barajando los naipes de nuestro ya histórico y parsimonioso reloj de arena ocasionalmente compartido.
No importa. Yo creo saber lo que para mí llega a significar, así lo quiero, tu sonido, incluso cuando deviene áspero, porque aún no has dormido lo suficiente, y revela notas de repentina tigresa, menos mal que transitoria.

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