lunes, 5 de enero de 2015

Mónica Bellucci



Ni el trazado desigual del itinerario que marcan los papeles, los personajes que han ido encomendándote en el cine, consigue empañar lo inapelable de esa belleza tuya que da la razón a la “fuente de llanto” que nos decía el poeta.
Ahora que, al parecer, serás la luz más fascinante de la nueva película sobre Bond, James Bond, estoy seguro de que tus devotos seremos infalibles en las correspondientes localidades de los multicines, con el permiso de la autoridad y si el tiempo no lo impide, y que, hagan lo que hagan el director y el productor por sorprendernos, entusiasmarnos, impresionarnos, sólo tendremos ojos para ti, para el insondable milagro de los 50 años que dicen que tienes.
Y pensaremos que no más hermosa que tú pudo ser aquella mujer cuyo cuerpo alquilaban turbios marineros en un burdel de Tiro, de donde la rescató Simón el Mago, si es cierto ese suceso, si es verdadera esa turbadora leyenda.

P.D: Buena cosecha, aquel año de tu llegada: con Juliette Binoche, con Mafalda, qué variedad. Dicen las crónicas del siglo XX que Su Santidad Pablo VI (son un lujo los números romanos) publicó entonces su primera encíclica y que se estrenó la primera peli de los Beatles. Y todo eso, mientras que un servidor sellaba en el secreto que andaba enamorado de tres compañeras de estudios en el Instituto Británico de Sevilla.
Un poco tarde para contarlo, ¿no?

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