miércoles, 14 de enero de 2015

Cristiano Ronaldo



Sin afición al fútbol ni entendimiento de ello, que no hay mayor obligación, y sin pretender molestar demasiado a su previsible legión de “fans”, uno diría que una estrella que acaba de recibir tan brillante galardón (un balón ¡de oro!) podría expresar su satisfacción de un modo diferente. Uno diría que no es propio de la demostrada e histórica cortesía de los portugueses (más “cumplío” que un portugués) soltar semejante aullido de mulo como si en vez de futbolista fuera una hirsuta bestia paleolítica.
Cierto es que el balompié de hoy (aquí ya se ha dicho) es muy distinto del que conocíamos. Pero los expertos podrán certificarme si, en efecto, este figurín pagado de sí mismo es tan buen jugador como lo fueron Kubala, Pelé, DiStefano o, posteriormente Cruyff, Maradona y otros.
Visto desde fuera tiene más de relamida y discutible apariencia, más de trivial posturería metrosexual y más aires de adocenado gallito de discoteca que de genuino deportista sin ambages.
Ahora la secta multitudinaria de sus adoradores puede decir que soy un blasfemo o, si lo prefieren, un hereje. El libro de los gustos está en blanco.

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