domingo, 28 de diciembre de 2014

Pablo Abraira



Sé que comienzo este apunte desde un ángulo que, si no es “la casa por el tejado”, por lo menos sí sesgado y no fundamental.
Conmovedores y elegíacos, los maravillosos versos de Gala, cantados por Clara Montes, que concluyen con “… tanta campana como se ha perdido”.
Y si no fuera por los archivos de la tele, habríamos perdido la ocasión de contemplar otra vez la apostura celta, la melena y el mostacho hermosos que nos brindara Pablo, ahora algo desvanecidos por el tiempo y las veteranías, y relegado ese aspecto de nuestro hombre que, a cambio, ha ido ganando siempre en reconfortante madurez, sobriedad y buenas y sencillas maneras de estar, ser y expresarse.
De entre la profusa panoplia de solistas que ha dado nuestra música popular de estas 4 o 5 décadas últimas (tótems primeros, gente posterior variopinta que incluye toda la escuela levantina de los vozarrones; el rústico, el gallego y el ronquillo, el cursi del dolor de estómago; el magma confuso y deshilvanado de los niñatos oportunistas de amaneramientos y vacíos de interés, los otros que terminaban yendo a Eurovisión a cumplir con sus borrosos papelones, sin contar foráneos añadidos y trasplantados y cantautores diversos y cantamañanas periféricos que se me olviden ahora), Abraira constituyó un noble medallón aparte, de considerable resplandor propio y que con sus estupendas voz e imagen redondeó aquel memorable repertorio de baladas que le compuso Rafael Pérez Botija.
Este compositor, luminoso y sabio aunque capaz también de perpetrar alguna desconcertante “hazaña” musical, desde su remoto refugio asturiano o desde su estudio madrileño cercano al Retiro, una y otra vez nos asombró y provocó nuestra admiración, creando canciones alejadas de los tópicos, de las cadencias trilladas, inaugurando movimientos melódicos y entramados armónicos extraordinarios y raros de encontrar en el género musical de referencia. También los arreglos de orquesta fueron elaborados con elegancia, inteligencia y sensibilidad, claras cualidades del autor, escorpionazo, o sea, asaeteado de sueños, dolor, orgullo; y coronado de merecido éxito.
Pablo interpretó todo aquello con una maestría difícilmente superable, así que el tándem Abraira-Botija, en aquellos álbumes de hermosas baladas dejó muy alto el listón y casi no hemos recibido después otros ejemplos equivalentes.
Que Abraira permanezca en activo nos parece una excelente decisión, un gustazo como espectadores y oyentes.  

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