miércoles, 24 de diciembre de 2014

Marta Sánchez, ¿una guitarra "en el sofá"?



Con unas gotas de valentía y otras de cautelosa prudencia, de satinada y quizá conveniente diplomacia, con todas las artes de seducción de un paradigma femenino, una hermosura en perfecta sazón a los 48 años confesados, algo de inconsecuente frivolidad en gestos y actitudes y unas facultades como cantante que superan todo lo anterior, Marta, conservas todavía algunos nervios en las manos, alguna inseguridad en ti misma, a pesar de tu notable aplomo, y es verdad que hay quien con injusticia sigue sin tomarte en serio.
Pero es que nos labramos el expediente con lo que hacemos en cada etapa (quién no cambiaría más de una decisión), y desde luego que jamás descansan los exigentes con el prójimo y menos, los envidiosos y los que están a tirar la primera piedra.
Ninguna piedra, qué va, de parte de tu entrevistador del pasado domingo, envainadas sus garras retráctiles cuidadosamente, muy mitigado el habitual tonito chuleta y con la típica coraza, resquebrajada, derretida por tu cercanía, descosido su papel de incólume inquisidor. Digno casi, en lance tan comprometido, de piadosa compasión.
Cuando estoy considerando si deslumbrante es palabra excesiva, consulto un texto de Armis et Litteris, publicado nada menos que el año 2004, (esa demoledora reflexión sobre el tiempo, ¿verdad?) y en efecto, suscribiendo aún lo expuesto en aquellas páginas, debe ser la palabra precisa, resulta que ya había surgido allí.
No queda más que insistir, y con sumo gusto: Salve, Marta.    

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