miércoles, 17 de diciembre de 2014

Galería de personajes (III)



Entre el ogro del cuento y el “cuento” de un cliente hecho en serie y con una pincelada de matón corriente de discoteca postinera, apenas pasa de fantasmón, presumiendo de vasta (que no tanto) cultura y de amplio y preciso (que tampoco tanto) vocabulario. A esto le quieren ayudar su intención, su imaginable empeño y las cuatro expresiones que ha procurado que se le adhieran, adosen, adjunten (¿ves qué fácil?), que, como hiedra, que no hidra, trepen, proliferen, cundan (ya te digo) alrededor de su tronco algo rugoso, de su papelón, de esa estructura suya algo prepotente y aparatosa.
Traspuesta la cáscara vehemente de sus propósitos oratorios, luego resulta que también le queda al descubierto en ocasiones el lado… ¿tierno, débil, frágil?, el desde luego talón de Aquiles de cualquier homínido: o sea, esa forma de rendirse y deponer las armas ante el encanto y la hermosura de la, de “su” hembra. Así que trata de “mantenerse en forma”, para no desmerecer, y con viril empuje de paladín intenta acicalarse, corregirse, pulirse, confiarse incluso a las manos prestidigitadoras del cirujano que con este, ese, aquel retoque le hará aparentar más apostura y menos años. (Una duda: ¿es eso un paladín, dicho con propiedad, o un deslizante y ya controvertido metrosexual?)
Una guerra que jamás ganamos, tú hazme caso.

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