miércoles, 19 de noviembre de 2014

El Fiscal General del Estado



Los apellidos, parece que también los carga el diablo: ¿una torre, fuerte, fiable, resistente, o un dulce semiderretido, pactista y apaciguador?
Vaya por delante que, ante un cargo así que, además del relieve, parece investido de poder y de posibilidades amenazadoras o desde luego coercitivas, un ciudadano del montón como yo empiece por pedir disculpas, en caso de ofensa o similar.
Pero quedan preguntas. (Como por la “quinta” aparente no nos andamos lejos, y es bastante posible incluso que yo sea mayor que tú, me permitiré el tuteo, tanto más respetuoso y cordial cuanto que doy por supuesto que ambos somos o queremos ser españoles de bien, tirando a demócratas y, si se encarta, un sí es no es campechanos, por qué no.)
Ya metidos en harina: tu importancia, tu solemne, casi sacra encarnadura de muy altos principios y referencias en los que el personal querría, necesitaría, tiene derecho a depositar su confianza, ¿van a permitir con impasibilidad alarmante que funcionarios, también ilustres seguramente, aunque subalternos, les tomen el pelo, las toreen impunemente, y con chulesco descaro se desobedezca a lo que la ley dice y a lo que deberían representar y defender?
Incluso en las especies que consideramos, con alguna temeridad e impresentable engolamiento, más animales que la nuestra, existen y se respetan las jerarquías, las formas naturales y pactadas y saludables de la autoridad. Cuando esa coherencia falla, que es lo que fomentan los relativistas, la gentuza disolvente y los predicadores de la anarquía, tenemos lo peor de una jaula de grillos.
¿Acaso es un gobierno de impotentes cobardones el que no te respalda?
La autoridad, ¿carece ya de medios que obliguen, dependiendo de la estatura y de la fuerza de los oponentes, de los rebeldes? ¿Sólo se atreve a someter a los débiles, sólo con ellos muestra rigor tajante y exigencia?
¿Por completo hemos perdido la vergüenza?
¿Habrá que rogar a Dios que alguien venga, con mano dura, durísima, a poner orden en el grosero despelote al que parecemos condenados, españoles gamberros, insolidarios, incapaces de vivir con responsabilidad y conductas decentes?

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