viernes, 31 de octubre de 2014

Con la ilusión que nos hacen las urnas...



… ¿y qué tenemos, Máximo, qué nos queda, bondadosos ciudadanitos?
El PP, contando con que los más cautelosos, desde luego los que temen perder lo que tienen, harán la vista gorda y seguirán apuntalando ese edificio maltrecho y lleno de carcoma que ha llegado a ser.
El PSOE, soñando con la posibilidad de que, en su muchedumbre de votantes defraudados, quede y cunda un milagroso resto de mala memoria y no cuenten en contra las ruinas económicas que nos llevan dejadas; amén de otros muchos detallitos.
Izquierda Unida, viendo que ya es apenas un azucarillo cursi y trasnochado, rápidamente disuelto por la fuga de la gente, desmoronados los pasteleos protestones aunque trepas, la supuesta parcela, arrasada por el impaciente empujón de los emergentes.
Rosa Díez y Alberto Rivera, haciendo el indio con la indecisión, el juego del perfil de diseño equilibrado, muy rehenes de sus protagonismos, factura que pagaremos todos.
Los partidos regionalistas/ separatistas/“soberanistas” (cuánta palabrería podrida), cebando sus paranoias, pescadores aldeanos, y tan interesados, en el río revuelto.
Y poco más. Tan sólo la avalancha de los descontentos, de los indignados, de los encandilados, de los adictos, pobrecitos, a la fascinación de las “redes sociales” tan globalizadoras a lo Orwell, y los diversos juguetes engañabobos de la tecnología, como si ello fuera la panacea en vez de otra moda antojadiza y precozmente decadente, que barre los millones de euros, de dólares, de yenes, hacia las arcas multinacionales de los listos, muy listos.
Desde esa avalancha se vuelven a prometer utopías, tablas rasas, con vocabulario y gestos trillados y antiguos, que suenan a inéditos para los jóvenes oídos sin experiencia y, a menudo, sin conocimiento.
Si llegan al mando, habrá que ver si no nos dan otro chasco monumental, otro sucio gato por liebre, otro timo deprimente e indecente como el PSOE de Felipe y Guerra, como la SGAE de Teddy, como los Reyes Magos de toda la vida.

jueves, 30 de octubre de 2014

Sólo vivimos



Hoy es un día “entresemana”. El domingo que viene, o quizá antes, por la ilusionada impaciencia que conocemos, saldremos juntos a pasear y a recibir la admirada pleitesía de los otros de la cuerda: yo, ufano de tu sin par y no disputada belleza; tú, consciente, dentro de tus limitaciones, de que lucirte al lado de semejante barbudo, añejado entre lentas y veteranas bodegas y entre sueños imposibles y más lentas y seductoras lecturas, no es cualquier cosa.
Pero hoy jugaremos a que tú eres Cleopatra o Mesalina o la emperatriz excesiva de la Madre Rusia y que yo soy tu atento y esmerado ayudante/sirviente/masajista, el cuidador/dominador que va a bañarte morosamente, con detalle y mimo, apreciando y disfrutando otra vez de la sensualidad de tus curvas de extemporánea “vedette”, de tus proporciones generosas, del brillo lúdico que te nace de esa condición que nuestra intimidad atesora y pone de relieve.
Sé que soy mayor, que me demoré de modo imperdonable en acercarme a ti, en conseguirte. Claro que, como cantó con sensibilidad ejemplar Pablo Milanés, “no creo ser el hombre que a cualquier dama asombre, etc.…”. Pero entre mis manías surrealistas y tu motor 1500 c.c. del clásico “Escarabajo” componemos un tándem exótico, infrecuente, y somos la negación, el mentís del adocenamiento.
No es farol: sólo vivimos, mientras dure.

miércoles, 29 de octubre de 2014

Lo que dice el informe oficial:



“Y el día de la batalla, andando Aldana a pie por le haber muerto el caballo, lo encontró el Rey y le dijo: - Capitán, ¿por qué no tomáis caballo? Y él dicen que le respondió: -Señor, ya no es tiempo sino de morir, aunque sea a pie. Y con la espada en la mano tinta en sangre, se metió entre los enemigos, haciendo el oficio de tan buen soldado y capitán como él era”.

¿Qué nos ha ocurrido? ¿Y hemos de resignarnos ahora a las infames conductas de esta horda de corruptos, cuya lista crece a diario? ¿Vamos a padecer esta infección que nos desmoraliza con mansedumbre, con apatía, con laxo y embotado escepticismo?

martes, 28 de octubre de 2014

Discriminación escatológica



En vista de que, con insistencia pero sin convicción, sigo llevando a cabo regularmente esa especie de diaria marcha relativa a pie y sin pretensiones, y en previsión de que el infarto u otra incidencia inconveniente me sobrevenga de improviso en tan absurda ocupación, y pueda pedir auxilio al 112 o cosa similar, me ha recomendado Lady Taladro lo pertinente de portar el “móvil”. Como es especialista en bricolaje y como “Jezú” también brilla por la idoneidad de sus accesorios como montañero de pro y frecuente entusiasta de la acampada, el caso es que, facilitado por ella, dispongo de un “cómolodiría”, que hace de funda o minimochila ad hoc y que, ensartado con esmero  y dedicación en un cinturón incongruente, “de vestir”, será el artilugio depositario, a efectos de su transporte, del tal teléfono, trasunto contemporáneo de aquel “ladrillo” histórico que tantas pullas nada compasivas recibiera por parte de mis conocidos.
Y ahora, así pertrechado, más ecológico y en sazón, entre Indiana y Cocodrilo, quiero recomendar a los ágiles y esforzados munícipes que seguramente rigen con apatía y distanciado “spleen” el negociado de la limpieza pública que, así como los propietarios de perros están sujetos a ordenanza y deben recoger las deposiciones de sus mascotas, se haga extensible compromiso análogo para los caballistas, que van dejando con singular ufanía el rastro espectacular (muy superior en formato, coloración, cantidades y consistencia) de sus altas cabalgaduras, muy especialmente sobre ese célebre “carril bici” del que ya se ha escrito aquí. Identificables y magnas muestras permanecen varios días sin ser retiradas, con su inquietante apariencia de obstáculos druidas, de misteriosos signos por descifrar.
Es evidente cierta dificultad que el asunto entrañaría para los jinetes. Pero obsérvese que los dueños de los canes podrán con harta razón sentirse discriminados y llegarán, tiempo y ánimo por medio, a la vistosa pancarta callejera, a la consigna finamente ripiosa, politizada y ocurrente que se corea con arte, al inexplicable e inevitable grupo que, a fuerza de tambores tribales de inextinguible compás, casi nos dejan la añoranza del lejano Brasil o de la selva que Vuesas Mercedes prefieran.  

lunes, 27 de octubre de 2014

Drácula: otra versión



La que acaba de asomar en las carteleras de nuestra “gran pantalla”. (Los veteranos, sin duda reconocerán esa expresión que va cayendo un poco en desuso pero que atesora todo el sabor de la mejor parte del siglo XX.)
Quizá Duasangu, más devoto que yo de los patagios, podría aquilatar de manera eficaz la remotísima, si no inexistente, dosis de verosimilitud, lo peregrino del punto de vista que ofrece este “film” (mola, ¿qué no?) sobre la célebre figura de Vlad.
A mi vez, aficionado impertérrito al cine en general, soy adicto a cuanta película se trama en la que haya profusión de armaduras, yelmos, espadazos, castillos, fortalezas y palacios, suntuosos o siniestros que ellos sean. Y vestuario “de época”. Todo ese espectáculo es tentación irresistible para mi, y he debido perderme muy pocas muestras del tal, a despecho de que sesudos y profundos cinéfilos diversamente “comprometidos” puedan tacharme de tener un gusto pueril y fantasioso, cosa que no va a importarme ni lo mínimo.
Disfruté con este Drácula, con los ejércitos multitudinarios (seguramente tan virtuales como admirables) de guerreros turcos, con los tenebrosos barrancos, las escarpadas montañas, las gigantescas tormentas; con los espesos enjambres de vampiros que, en remolinos espirales de velocidad temible, son los inevitables y fulminantes vencedores de la batalla, que desde luego termina como el rosario de la aurora, qué otra cosa cabía.
El peto de la armadura del Sultán, dorado de fondo y relieves, me pareció una monada, mucho más vistoso que el de “diseño” del protagonista, logradísimo eso sí, en su caracterización de colmillos retráctiles y chirriantes uñas/garras en aleación de acero y fibra de carbono.
Lo diré de una vez: el cine al que jamás voy es ése, grotesco y bufo, de los Torrente; tampoco me animo con el truculento, de cutre y pedestre “realismo”, que tanto emboza su falta de imaginación nutriéndose sistemáticamente del lumpen más local y doméstico, de los terrorismos y delincuencias corrientes, un cine que, promovido con descaro y financiado por los intereses de las televisiones, se nos infiere con brutal insistencia hasta conseguir la aceptación y el fervoroso aplauso de nuestras más cultivadas mayorías.