domingo, 3 de agosto de 2014

Un informe sobre la decadencia



El Expediente, enviado por el Instituto Berger de Noruega para la Investigación de Veleidades Antropológicas, me llegó durante mi reciente safari por Kenia.
Lo tengo ahora ante mí. Expone los nuevos resultados obtenidos a partir de un laborioso trabajo de campo y de numerosas consultas realizadas con minucioso rigor en bibliotecas, hemerotecas y fonotecas de distintas universidades americanas y europeas.
Un nutrido grupo de enólogos, cardiópatas y periodistas de investigación (estos últimos egresados de las arduas academias de Telecinco) ha detectado, al nutrido grupo me refiero, señales indudables de decadencia en el relevo generacional contemporáneo. Teniendo en cuenta el alto vuelo y la dimensión incluso literaria de Don Juan y de Casanova, se pone de relieve, una vez más, una cuestión de estilo, o de su falta: es evidente que los individuos que, en nuestras calendas lamentables, remedan con ignorancia insufrible e insuperable cutrerío las “hazañas” de aquellos célebres depredadores del amor, suelen ser gentecillas de la más deleznable argamasa. El reciente ejemplar que ahora zarandea a la incorregiblemente crédula adoptada de controvertida cantaora, es apenas el devaluado trasunto de los ya históricos Tejados, Antoniosdavides y Dinios y Asdrúbales y Nilos y otros diversos especímenes de la más varia procedencia geográfica que, mejor o peor y más bien mal, han chuleado, o parecido, oiga, a sus chicas, trazando un propósito de supervivientes sin escrúpulos cuyos resultados están a la vista, además de haber sido espectacularmente predecibles.
Poca disculpa hallarán seres de conducta tan mandriloide, aunque las “damas” que a sus requerimientos responden tampoco parezcan orientarse mejor.
La Comisión firmante del Informe echa en falta un baño, una inundación, mejor, de lejía y se resiste, si bien con creciente dificultad, a asociar a según quiénes con los detritus que se acumularon en la arqueta del lavadero.

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