viernes, 11 de julio de 2014

Habrá que seguir remando



Me dice Carbonero tras dos ecografías
que no ve piedras graves que graven mi riñón
y que así lo confirma esa radiografía
que en la Zarzuela hicieron para más conclusión.
Pero añade el doctor (el doctor Carbonero)
que sale en la analítica – esa cosa tan rara –
que en mi cuerpo serrano, con grande desafuero,
hay tal colesterol que a nadie me compara.
Que del máximo límite, que debe ser doscientos,
yo me paso con mucho de la cifra prevista:
que supero con once el número trescientos
y soy para el infarto predilecto accionista.
Así que me conmina a cambiar esa dieta
que he practicado siempre, retórico y suicida:
carnes, patés, bombones, embutidos, croquetas
y alcoholes variados en todas las bebidas.
No diré que sin trampas, el nuevo recorrido
estos días centrales de este julio comienzo.
Como un monje espartano he de echar al olvido
los placeres mundanos, los vicios que no venzo.
De antemano renuncio a trasegar verduras.
Heme aquí entre legumbres, frutas, pescado azul;
me aconseja las nueces esta nueva andadura,
virginal y modosa como novia de tul.
Un horizonte oscuro se extiende ante mi vista,
presiento itinerarios de penitencia austera,
y aunque por el momento puedo seguir de artista,
he de reconocer que esto no es lo que era.
No es raro que quien tiene desocupado el tiempo,
y rigurosamente prohibido el tocino,
construya, diletante, su breve pasatiempo
con holgazanes versos de corte alejandrino.

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