jueves, 31 de julio de 2014

Siglas



Que cualquiera puede elegir o sucumbir a antojos, marquitis, querencias. Lo sabemos.
Sobre fondo negro (esa acreditada, prestigiosa, selecta y clasista etiqueta negra) aspiró al y se afincó en el oro de sus iniciales, de su logo, rampante y emergente en una época ecléctica en la que todo y nada pudiera valer, servir, asentarse.
En esos años, ¿quién habría podido predecir la vertiginosa decadencia y el cutrerío final, el aire romo y adocenante que nos aguardaba con alevosía, y como una maldición de Jehová sobre Sodoma, Gomorra, Alcaudete, lo que fuere?
Y no obstante, aquellas tres letras entrelazadas, en variados productos/iconos de consumo, ejercieron en él un tan inexplicable como pasajero aunque sedimentado influjo; y luego se sorprendería analizando los reflejos, los ecos de aquella transitoria, casual, a todas luces impropia fascinación, cuando a veces, de manera imprevista, todavía con sorpresa las ve asomar donde nadie (¿nadie?) lo espera: JPS.
Un lector preguntó: “¿Jesús puede salvarte?”
Y la respuesta fue: “John Player Special”.
(Entre dos o más aguas, el Hipocampo hoy divaga.)

miércoles, 30 de julio de 2014

Los instrumentos "orgánicos"



Se aludió aquí a ellos, pocos días hace.
En la jerga (ni profesional ni, mucho menos, académica) de los “arrimados” a la música, se viene usando con cierta boba vanidad y más esnobismo esa manera de nombrar.
Y, con la “propiedad” que caracteriza a nuestros más imaginativos lumbreras, se mete en el mismo saco una guitarra que un órgano Hammond. Por cierto que (como nunca hemos sido los primeros en llegar a la fiesta que supuso en el XX la música popular de consumo) con cómodo seguidismo hemos acoplado, casi sin digerir, algún que otro término. Por ejemplo: guitarra acústica. Aventuro que en USA, locomotora de tantos trenes, un buen día discurrieron llamarla así para diferenciarla de la eléctrica, sin ser muy escrupulosos con lo que bien podría ser un pleonasmo. Porque más nos vale que una guitarra sea acústica so pena de no emitir sonido alguno.
Yo he sido guitarrista convicto y gustoso durante la mayor parte de mi vida y aún lo soy. Conque nada sospechoso de desdenes, y muy acorde con la unánime designación de tótem que la guitarra tiene. Como, difícil de explicar, casi cualquiera se mide con ella, sea por mal entendida familiaridad o por sólo aparente comodidad de aprendizaje y manejo, músicos y musiquillos la han utilizado con tal profusión e insistente abuso que solamente los neófitos y sobrevenidos, también los inertes y los obcecados, siguen proponiéndola como indispensable, sin acusar un naturalísimo cansancio, una especial saturación. Y la llaman, pobrecita, “orgánica”.
Discrepo de esos de la cuerda de los “instrumentos orgánicos”; que nunca recuerdan la flauta de pan o la zambomba, eso sí que es orgánico, contra la toma de corriente inevitable al Hammond. Son seguramente los mismos nostálgicos/pasmados que añoran el disco de vinilo y lo defienden con argumentos esotéricos de espejismo.

martes, 29 de julio de 2014

La confusión de los términos



O sea, la ignorancia, incluso bienintencionada, más el atrevimiento.
Nunca (¡¡atrás!!) osaría yo opinar sobre cirugía, submarinismo, ingeniería industrial y mil cosas más.
Con una mezcla elástica de asombro y cabreo, contemplo, escucho, leo, cómo pobrecitos desorientados, profanísimos a más no poder, entran en los predios del arte, de la música sobre todo, señoras azules desde la barrera, sentando cátedras enanas, exhibiendo como patéticos pavos reales opiniones, dictámenes y juicios tanto más numerosos cuanto faltos de entidad.
No es la dicción, singularmente rigurosa, lo que os confunde: lo que ocurre, en medio de vuestro caos inocentón, es que no estáis acostumbrados a pillar el fraseo elástico, libérrimo dentro de los cánones más exigentes, con el que cada verso se conduce, se canta y se cuenta, dando prioridad al respeto del acento fonético, sin servil y, por cierto, siempre innecesario sometimiento a una música que, mágica, está sobrada de posibilidades para omitir, esquivar, darle una larga cambiada (aquí, los taurinos) a la boba rigidez, al encorsetamiento facilón, pedestre, inerte, rudimentario e incivilizado de los de más escasa o inexistente cualificación. Se trata, advertid, de que jamás “arbóles, “pajáros, apostóles, etc.”
Otrosí digo: cuando, varias décadas atrás, los músicos, y principalmente los menos músicos, se encontraron con el chollo de disponer de instrumentos avanzadísimos, sintetizadores varios, con los que conseguir en casa los, hasta entonces, costosos, inasequibles resultados profesionales, llovieron “maquetas” que sonaban ya milagrosamente “como los discos”.
Ahora, los más desprevenidos, los más confusos, los veleidosos y los pueriles hablan de discos que les suenan a maquetas, siempre con escaso o nulo conocimiento del fenómeno y de su origen; reclamando, ingenuos, la obstinación antojadiza de los sonidos que llaman “orgánicos”, que son los que todos hemos desgastado hasta el hastío a lo largo de los 50 o 60 años precedentes.
Prestad atención. El Hipocampo procura centraros, y sólo desde su senecta, provecta y trabajada experiencia. Porque sería él, el primer perjudicado, si presumiera sin fundamento de sus casi 62 años de dedicación y arduo aprendizaje.   

lunes, 28 de julio de 2014

La conveniencia de la penitencia



Proceda con miramiento, con mero esmero prudente, nada de ternura exagerada que los maliciosos puedan utilizar para llamarlo mariquita.
Sartén con fondo suavemente remojado en aceite de oliva.
Sea pródigo con la sal, el ajo, las especias; recomiendo respetuosamente el comino, la pimienta perfumada e intensa.
Proceda por etapas, pentagramas, estratos. Nada de prisas, por favor, sosiegue:
Unos filetitos de lomo ibérico, de veta fina y fascinante, de formato moderado sin llegar a pequeño. Apenas, vuelta y vuelta; y ya están “para comérselos”.
Luego, en lo que transcurren esos pocos minutos, deje caer con garbo en la sartén, el solomillo cremoso, lujoso, impecable (lo puede conseguir donde Ud. sabe; y con todas las garantías). Váyase acompañando de unos pimientos rojos de Lodosa. (¡Qué tierra aquella!)
No menos de tres martinis rojos, porque “podemos”. El hielo está proscrito. Hay unos artilugios que enfrían por el estilo y NO se disuelven, derriten, diluyen, rebajando abyectamente la condición, el grado del vermut.
No se distraiga ahora, rebase los mínimos límites, sea heterodoxo: una copa balón, honda y como de brandy, escancie sin apuro y sin riesgo una lata de Voll-Damm que no ha de superar el borde ni exagerar la espuma: apenas una capa blanca del grosor de un dedo (de talla normal y horizontalmente considerado). Pan o “picos”, con liberalidad adjuntos.
Piense. Luego, ¿existe?
¿Portarnos como herejes, como paganos? ¡No lo quiera Dios! En una tabla, no una tablet sino una tabla de madera, de las que suelen usarse en la cocina, deposite la dosis de queso de Cabrales que estime apropiada. No se resista a la inspiración del momento. Simplemente, ceda.
Imagínese ahora que no dispone de un tocinito de cielo a mano. O de un postre alternativo, imaginativo, puesto para luego a refrescar. No se amilane. Porque una buena copa de licor gallego o un recio y acreditado bourbon (sí, ése mismo decía yo), si acompañan a una deliciosa milhoja, pueden hacerlo comprender a Ud. lo interesante de ir haciendo penitencia, ya que, al decir de ciertos científicos, de teólogos, de frívolos y enchufados presentadores de televisión, el mundo se acaba y convendrá estar preparados cuando suenen y resuenen con timbres estremecedores y apocalípticos las trompetas temibles del Día del Juicio Final.

domingo, 27 de julio de 2014

La Real Academia



¿está para “caer simpática”, de manera servil y asustadiza, a los rebeldes?
¿Para facilitar, simplificando hasta la subnormalidad, la digestión de la ortografía y otras cuestiones al pelotón de los torpes o, peor, al de los flojos?
¿O para mantener la dignidad y exigirnos, que es lo pedagógico, el estudio, la aplicación, el esfuerzo ante las dificultades, el cumplimiento de auténticas normas e itinerarios que nos mejorarán la cultura, la inteligencia (que es cosa que también requiere ejercicio), la estatura?
¿Es lo que dicen su nombre y su lema o se ha vuelto un chiringuito de mercadillo?
Ni queremos ni nos convendría regresar al gruñido de la selva, de las cavernas.
Vergüenza torera y respetos propio y ajeno, eminentes, ilustres, sedentes señores de la Real Academia.