domingo, 1 de junio de 2014

Este presentimiento



Aunque sea sólo por descansar unos momentos de la corrección política (o sea, de la hipocresía elevada al cubo), si nos resolvemos a admitir que el animal humano es un prodigio de capacidad depredadora y salvaje egoísmo, entonces las cosas, vale que de modo algo esquemático, tienden a aclararse.
Por supuesto que nos hace ilusión (o cedemos a la tentación de) glorificar la parte brillante y cinematográfica del pasado, con sus héroes, auténticos o aparentes, sus figuras señeras, sus altos líderes que modificaron (raro que sin sangre, dolor y violencia) los cauces de nuestro recorrido.
Cosas de la casualidad, me da por suponer que Danton, Robespierre y algún otro, crudelísimos y fanáticos revolucionarios que evidenciaron a un tiempo condición visionaria, mezquindad  de rencorosa alcantarilla y soberbia categoría de verdugos masivos XXL, bajo la tendenciosa capa de justicieros, son personajes que podríamos evocar hoy, ante la aparición de otros que, incluso devaluados por nuestros tiempos horteras, nos darán la sorpresa, o no, consabida.
Atentos a la calma implacable, al discurso y la mirada fríos, a los propósitos previsibles de exterminar cualquier tipo de estorbos, que caracterizan a alguno de nuestros emergentes mesías. Atentos al resurgir de los métodos de apisonadora que en tantas épocas y en tantas geografías ya fueron empleados, inútilmente almibarados con disimulonas consignas, con propagandas tan enloquecidas y maniqueas como insolentes y disolventes.
Cómo me alegrará equivocarme en este presentimiento de los males que, sobrevolando o reptando, acechan como animales humanos de rapiña a nuestra pobre España.  

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