sábado, 14 de junio de 2014

El impulso incontenible



Lady Taladro resuelve de repente que el cuadrado euclidiano que forma el arriate del porche trasero no puede continuar por más tiempo en su silvestre y espontáneo estado de anarquía.
Ahí, sálvese quien pueda, da comienzo una secuencia que tiene algo de devastación controlada, y que trae consigo y como colofón 5 o 6 calurosos viajes para deshacerse de los detritus.
Hay un inmediato debate sobre la localización idónea: se parlamenta sobre dos posibles puntos de descarga, originando ello enconada y creciente controversia. Se argumentan (ésta es la forma pasiva refleja que sustituye a la más exigente “son argumentados”), para defender las respectivas sugerencias, factores como la comodidad, la rapidez, los aspectos incluso ecológicos y legales de la decisión a tomar.
Como se acerca el mediodía, la facción que apenas desayuna se orienta con determinación hacia el “aperitivo time”, traslación macarrónica y algo guasona. Y por más que surge cierta oposición, al ser la tentación fortísima, hállase enseguida el preceptivo consenso.
Como consecuencia de ésta y otras cesiones a la faceta epicúrea de la vida, se ha observado un crecimiento inquietante en los dígitos de la báscula que la Almendrita recomendó y que, el pasado verano, importamos a la dotación desde Leroy Merlín.

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