jueves, 12 de junio de 2014

Compañía Transatlántica Española (Un relato para Irene.)



Creo que el buque en el que viajábamos era el Virginia de Churruca, desde Cádiz, y varias escalas después, a Cartagena de Indias.
Cuando Castro (barbudo paladín, iluminado y radical ideólogo, héroe de la acción revolucionaria) consiguió encandilar a los más de los cubanos, y poner patas arriba la isla que decidió sería de su propiedad (cambio de amos, suculenta “regeneración”), las personas que no tragaron con aquello fueron laminadas o procuraron salir de allí, dejando forzosamente propiedades, empresas, etc. confiscadas, y con el miedo en el cuerpo y la suerte, que no todos huyeron con vida y a tiempo.
En una escala, Santo Domingo o Veracruz, lástima de memoria, subió: Esperanza era blanca, rubia y de ojos entre verde y miel. Con su seductor acento caribeño quebrado por el susto y la incomprensión, contaba que los cancerberos del nuevo régimen les habían quitado al marchar hasta pequeñas joyas personales como sortijas sencillas o medallitas de vírgenes o santos que se usaban entonces, colgadas al cuello. Que apenas lo puesto y la ropa que cupiera escasamente en una maleta simple, pudieron llevarse al exilio, ella y su familia.
Creo que nuestra edad adolescente estaba lejos de calibrar el alcance de aquella convulsión.
Casi 7 décadas después, que se dice pronto, el tirano a lo Valle (pero sin brillo literario), aunque decrépito y desmoronado, sigue “siendo el rey” grotesco y fantasmal de aquella tierra que sobrevive entre penurias y agotamiento.
Lo curioso es que tantas huestes de uno y otro sitio lo sigan aplaudiendo, admirando, poniendo de referencia política para las recientes intentonas de salvarnos la patria con curas de burro y a pesar de que (los apellidos, ¿los carga el diablo?) ciertos cabecillas contemporáneos luzcan algunos que tanto nos evocan la demoníaca y denostada “pasta” y ese “opio del pueblo” que la cuadrilla de turno dice que es la religión.

Post scriptum. Tres señales posteriores para las neuronas entretenidas:
1ª Miles de veces, recorriendo la N-IV, leí el rótulo de una finca que rezaba “La Esperanza Cubana”.
2ª En la calle Ayala de Madrid, donde estaban las oficinas de Vapores Suardíaz, entregué una mañana una caja de bombones para que se endulzara la vida la pardillana de Juan Bravo.
3ª Pocos años ha que, visitando Comillas, supe detalles de la historia y orígenes de la Compañía Transatlántica Española.    

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