miércoles, 30 de abril de 2014

Hemistiquio



El nombre procede del mandato testamentario que un lejano tatarabuelo suyo (activo revolucionario en la Francia que decapitó a María Antonieta) dejó instituido para que sus descendientes fueran “bautizados” con esa palabra que, como un símbolo, habría de declarar y perpetuar su afición por la literatura.
Que esta disposición se llevara a efecto, lo garantiza el codicilo que une de forma indisoluble su obediencia y la herencia de unos bienes que, confiscados a la nobleza en mitad del tumulto, habrían sido administrados y fomentados con eficaz sentido financiero a lo largo del tiempo.
Hemistiquio, pues, ya desde su nombre es hombre peculiar, que además se ha revelado estudioso de la botánica y filántropo y, a pesar de haber publicado dos ensayos antropológicos que han suscitado ácidas controversias, pasa por ser ciudadano ejemplar y pilar de su comunidad.
Sostiene, a través de su laboriosa y dispersa obra literaria, la teoría de que los terrícolas más o menos contemporáneos proceden de dos líneas genéticas/zoológicas fundamentales: una, la que los vincula al simio, que habría dado el porcentaje de población que come con deleite frutas y verduras.
Hemistiquio, con marcados estupor e incomprensión, abomina de esta variedad de la especie que con lujo insostenible llamamos humana. Y se reclama (evolución, aunque dudosa, por medio) descendiente de lobos, tigres y otros acreditados carnívoros, proporcionando con ello base teórica para la segunda de las líneas propuestas.
Interpelado en el Paraninfo de una prestigiosa universidad húngara, durante un reciente ciclo de conferencias, se vio colocado en incómoda y embarazosa situación, al no poder aportar una hipótesis plausible que explicase de manera diáfana su afición por las bebidas alcohólicas, que intentó vanamente justificar ante la melindrosa asistencia como un aprendizaje o hábito adquirido en una de las dos abducciones de que ha sido objeto por parte de los extraterrestres.

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