martes, 4 de febrero de 2014

Desde tu órbita



Chocantes tropezones, desajustes y destemplanzas asoman desde tu órbita.
Tú dirás si el cambio de C por Z tiene justificación razonable, origen cabal de lengua y tradición acreditadas, etimología en la que sostenerse. O si, por el contrario, es antojo simple, rayano en melindre y cursilería. Allá tú.
Lo que sí, es que gente que te conoce pondera tu inteligencia, tu madura formación, incluso tu carácter (aunque “cuando yo te digo que” esto último, lo del carácter, en ocasiones es un arma de doble filo…) Pero bueno, por ahí, entonces, bien.
Lo peliagudo es que el papelón que, sin revólver en la sien, decidiste hacer tuyo (tú sabrás por qué) no se representa sin más. La Institución, por muy locos que queramos volvernos, no es moderna de suyo, ni modernizable sin límite.
Así que si nos, y te, conviene, no sólo la Institución habrá de modificarse en parte, que algo en ello puede que ya esté, sino que deberemos amoldarnos todos, tú también; o casi más.
Parece que habrá que elegir entre la tendencia independiente, autosuficiente y competitiva que tan femenina se ha vuelto a lo largo del XX, etc. y la condición importante y eficiente, aunque algo acompañante, que te toca en el sorteo. O conseguir que ambas maravillas sean compatibles, virtuoso equilibrismo, prestidigitación finísima.
Eres lista y hasta de buen ver. ¿No te han dicho en casa que molará que llegues a ser consecuente, incluso un pelín discreta, a tus horas?

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