lunes, 10 de febrero de 2014

Aficiones



No se me nota pero soy un devoto aficionado de las palabras, del vocabulario. Y ahora estoy como un chico con zapatos nuevos porque todos podemos disfrutar, paladear, esa cumbre primorosa del diseño que supone la ciclogénesis, traiga o no guinda (de tarta) explosiva.
Y no obstante, humanos, o sea, insatisfechos, presiento que vamos a añorar el predominio, la eufonía tradicional, noble y viril, náutica y heroica que tenía aquello de la galerna, principalmente si ocurría en el Cantábrico, recio de oleaje, chubasqueros y, ya en el puerto, tabernas profundas con nostálgicos acordeones y ron ultramarino.
Tampoco se me nota, pero acaricio y guardo como oro en paño mi afición por el fútbol. Pero por el de antes (Gento, Puskas, Kubala, Di Stefano…), cuando la fuerza se canalizaba con habilidad deportiva, cuando había respeto por las reglas y hasta cierto tono de justa entre, aunque rústicos, caballeros de corto calzón.
Lo de ahora, pleno de patadas, zancadillas, agarrones, tortas y codazos, escupitajos, insultos y bajonazos, tanto de jugadores como de directivos y de árbitros, es de manera miserable una prepotente y carísima pasarela; un espeso abono para que sigan brotando los fatuos chulitos, los turbios mafiosos y los “listos” que, ante la Hacienda pública, presentan con inaudita frescura las “cuentas del Gran Capitán”.

1 comentario:

  1. Está claro que no es cierto aquello de que "cualquier tiempo pasado fue mejor" pero lo que es impepinable, es que cualquier tiempo pasado fue distinto.

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