viernes, 10 de enero de 2014

Y la familia, que es lo importante de hoy



De acreditada tradición artesana/artística y afincada en la zona del Juan Bravo capitalino (aunque ya se veía en el apellido su procedencia catalana, empero no catalanista), aquella familia a la que aludiremos con la letra inicial T., tan numerosa como laboriosa (la familia, no la letra), había destacado durante generaciones por su dedicación a variados menesteres empresariales, no siendo el menor entre ellos el diseño y la fabricación de todo tipo de objetos en hierro forjado, de cuya labor habían quedado prominentes muestras tales como grandiosas verjas en algún parque y puertas de entrada a edificios señoriales, oficiales y religiosos, sitos en más de una ciudad “a lo largo y ancho de la geografía española”.
Tiempos cambiantes y generaciones transcurridas, como suele suceder, en algo, no mucho, dispersarían a la familia y diversificarían las actividades, por más que siempre algo queda.
Y así, un buen día de nuestras contemporáneas navidades, entrañables de suyo, ha surgido la idea esotérica de pergeñar un soporte giratorio extensible que engranará un espejo retrovisor, para acceder visualmente a la panorámica absoluta y envolvente de la cabeza (lo que no inventen), durante el peligroso y comprometido trance en que “las personas humanas” deciden (Dios sabrá por qué) teñirse el cabello.
Claro que el diseño será artístico, previsiblemente incluirá volutas y motivos vegetales a modo de ornamentación, o acaso inquietantes y pérfidos grifos, pequeñas y gráciles cornucopias.
De momento, se ha suscitado profunda controversia sobre si el acabado de la pintura correspondiente será negro brillante o tal vez negro mate.

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