lunes, 27 de enero de 2014

La ilimitada frescura de los pastores



La costumbre ya acreditada de años en que, contra la tradición, las instituciones encargan el cumplimiento de determinados servicios a empresas particulares, no ha redundado, ya lo temíamos, en mejor atención al ciudadano. Uno que otro ejemplo.
Cuando se vio claro que – por impotencia o falta de medios, vaya excusa – no había intención suficiente de mantener la seguridad ciudadana (es decir, el control de los delincuentes y la prevención eficaz de los delitos), se dio rienda suelta a la contratación de vigilantes jurados en bancos, centros públicos, urbanizaciones y así, que ya fue llamativa salida: pagar guardias alternativos y privados después de sostener a la policía, guardia civil, municipal, etc. parece suculento e impropio despilfarro.
En la misma o similar línea, el personal está más que harto de las huelgas, cuando no la inoperancia o la negligencia, de los servicios de recogida de basuras: como el tema se ha “resuelto” con contratas, en caso de conflicto económico/laboral (que ya se han vuelto endémicos) no hay forma de obligar al cumplimiento de lo pactado. Eso sí, el funcionamiento deja escandalosamente que desear pero las tasas correspondientes han ido subiendo con sostenido y espectacular descaro. La guinda fue la ordenanza de que, so pretextos ecológicos, el contribuyente, además de pagar lo que arbitrariamente se le manda, colabore por el morro y sin contrapartida a la separación de residuos, rentable en todo caso sólo para el gremio de recicladores profesionales.
Hay más asuntos, y todos tienen un sospechoso trasfondo que atufa a comisiones. Conque no es raro que se piense que la frescura de nuestros pastores no tiene límite.

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