domingo, 26 de enero de 2014

El movimiento, ¿se demuestra andando?



Habrá de todo.
Hay un movimiento que consiste en, después de la siesta, acomodarse en el sofá y dejar que la tarde transcurra contemplando lo que la “tele” ofrece. (Se va oyendo bastante “ofertar” en vez de “ofrecer”. Yo no lo veo claro, como jamás me pareció potable el empleo de “pionero” cuando se trata de decir “precursor”. Hay más casos pero no conviene transformar un detalle en una ciclogénesis.)
En las provincias vascongadas y en Navarra, las aguas se mueven hasta producir muy graves desbordamientos de los ríos y temibles inundaciones. ¿“S´acordáis” del Plan Hidrológico y de quién se lo cargó?
Los protestones siguen moviéndose en Burgos. Se ve que no era sólo lo de la calle.
En Egipto, Siria, Ucrania, el personal se está moviendo con tumultuosos y trágicos resultados.
Rajoy y su séquito para la ocasión se han movido a Barcelona, para hablar con recio y claro tono del tinglado separatista; y Arturo y algunos otros interesados agitadores de la “estrellada”, han proferido sus observaciones correspondientes, un poco teñidas de la burla provocadora que todos los liantes suelen tener a mano.
Por cierto, otro, que se ha movido del sillón, ha sido el ex-mandamás del club de fútbol ( o sea, “balompié”) azulgrana (toma ya, detalle técnico de especialista), Sandro, mangoneo sideral de pasta y hablando la lengua catalana con tan zarrapastrosa entonación, con tan ordinaria dicción y tan lamentable acento que ya ha puesto en fuga a numerosos seguidores del equipo y de la “causa”, y casi ha hecho bueno el patético y no tan distante patinazo de la Botella.
Y luego el Año del Caballo: o sea, más de 3.500 millones de desplazamientos, que eso sí que es un puente, “oyes”, en China, con el añadido de que, como son tan parecidos unos con otros, va a ser dificilísimo ajustar la contabilidad.
Mi propio movimiento consistía ayer en desplazarme o deslizarme de una esquina del sofá al extremo opuesto del sofá. Si nos fijamos, esta alternancia podrá parecer rutinaria pero termina incorporando un matiz de disciplinada alquimia, una insistencia de fórmula sagrada, de mantra.
Ahí me desbordó la realidad hasta tal punto que tuve que prepararme un Martini blanco con ginebra, bueno, puede que dos.
Las tardes ya vuelven a alargarse y las jornadas de sol son de nuevo la cadencia creciente hacia la primavera, esa estación tan simpática para los enamorados y tan inquietante para los alérgicos.
¿Qué es lo que estaba diciendo? ¡Ay, Señor!

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