miércoles, 31 de diciembre de 2014

Karina


Porque no se diga que “el que calla, otorga”.
Hojeo someramente el libro que, sobre tus presuntas andanzas, has publicado, y encuentro en los párrafos que me conciernen, además de algún vanidoso farol por tu parte, varias falsedades, inexactitudes e “inventos”, que no tendrían disculpa ni siquiera si los dictase un rencor, a más de injustificado, tardío y rancio; o una despechada rabieta, cosa estrafalaria a nuestra edad.
Para más inri, tus fantasiosas tergiversaciones están de tal modo teñidas de trivialidad, tan rebozadas en ridículo, que ahora me parece impropio haberte defendido contra las personas que, en mi presencia o procurando, en vano, sonsacarme, te despreciaban o se mofaban de la patética deriva de decadencia que has exhibido en tus entrevistas por televisión.
Rebatirte en detalle comportaría un desagrado superior a un entretenimiento que de momento declino.
Se ve que siempre me ha de quedar margen para el asombro, para la decepción.

martes, 30 de diciembre de 2014

¿Revalorizaciones?



Estaría bien elegir las palabras con la más afinada propiedad. Y también con un mínimo sentido de lo oportuno. Así que…
Por mucha caradura que se tenga, el 0.25% para las pensiones y 3 euros para el salario mínimo, llamarle “revalorizaciones” a esos microscópicos números es, por lo menos, hiriente burla con el personal.
Nadie percibe lo que nos intentan colar, como referencia, del IPC. Ni siquiera la bajada coyuntural del precio de la gasolina cumple una decente proporcionalidad con la del barril de petróleo. De las tarifas eléctricas, ya ni hablamos. Etc. O sea, que no.
Cuando lo que sí se percibe es el despelote de dinero público que tiene lugar a diario en los distintos niveles de la Administración y en las cúpulas y altos despachos de las grandes empresas filiales y los maldisimulados o descarados monopolios que tanto miman nuestros gobernantes, las palabras que surgen, que suenan verdaderas y que van de molde son HIPOCRESÍA, CINISMO y  ESCÁNDALO.
Con mayúscula y negrita. 

lunes, 29 de diciembre de 2014

El violín, esa maravilla peligrosísima



Por Internet hay gente que pomposamente “navega”. Y otros que naufragan.
Adscrito al segundo de estos contingentes y, a mayor abundamiento, neófito puede que incurable, el Hipocampo, que no es del todo imprudente y no suele alejarse del acuario, en ocasiones se entretiene con la observación de algún fino hilo en la trama de ese infinito tapiz; de alguna reluciente tesela en el mosaico creciente, incesante de esa virtual torre de Babel.
No creo que exista un instrumento musical más difícil y más seductor, más traidor y, al tiempo, más sutil y capaz de los mejores prodigios, cuando se halla en buenas manos y además revive y nos traslada la sensibilidad, el arte, la superior inteligencia y el poder creador de un genio como, digamos, Juan Sebastián Bach.
He tenido la suerte de tropezar, deambulando por los intrincados laberintos del Plegablito, con Francisco García Fullana, con Lana Trotovsek, con Anne-Sophie Mutter.
Desconozco su rango en el previsible escalafón. Pero vayan aquí mi admiración y mi gratitud.

Y también, en rancho aparte, anda por ahí Tina S., de pavorosas posibilidades. Me da que la especie está mutando.      

domingo, 28 de diciembre de 2014

Pablo Abraira



Sé que comienzo este apunte desde un ángulo que, si no es “la casa por el tejado”, por lo menos sí sesgado y no fundamental.
Conmovedores y elegíacos, los maravillosos versos de Gala, cantados por Clara Montes, que concluyen con “… tanta campana como se ha perdido”.
Y si no fuera por los archivos de la tele, habríamos perdido la ocasión de contemplar otra vez la apostura celta, la melena y el mostacho hermosos que nos brindara Pablo, ahora algo desvanecidos por el tiempo y las veteranías, y relegado ese aspecto de nuestro hombre que, a cambio, ha ido ganando siempre en reconfortante madurez, sobriedad y buenas y sencillas maneras de estar, ser y expresarse.
De entre la profusa panoplia de solistas que ha dado nuestra música popular de estas 4 o 5 décadas últimas (tótems primeros, gente posterior variopinta que incluye toda la escuela levantina de los vozarrones; el rústico, el gallego y el ronquillo, el cursi del dolor de estómago; el magma confuso y deshilvanado de los niñatos oportunistas de amaneramientos y vacíos de interés, los otros que terminaban yendo a Eurovisión a cumplir con sus borrosos papelones, sin contar foráneos añadidos y trasplantados y cantautores diversos y cantamañanas periféricos que se me olviden ahora), Abraira constituyó un noble medallón aparte, de considerable resplandor propio y que con sus estupendas voz e imagen redondeó aquel memorable repertorio de baladas que le compuso Rafael Pérez Botija.
Este compositor, luminoso y sabio aunque capaz también de perpetrar alguna desconcertante “hazaña” musical, desde su remoto refugio asturiano o desde su estudio madrileño cercano al Retiro, una y otra vez nos asombró y provocó nuestra admiración, creando canciones alejadas de los tópicos, de las cadencias trilladas, inaugurando movimientos melódicos y entramados armónicos extraordinarios y raros de encontrar en el género musical de referencia. También los arreglos de orquesta fueron elaborados con elegancia, inteligencia y sensibilidad, claras cualidades del autor, escorpionazo, o sea, asaeteado de sueños, dolor, orgullo; y coronado de merecido éxito.
Pablo interpretó todo aquello con una maestría difícilmente superable, así que el tándem Abraira-Botija, en aquellos álbumes de hermosas baladas dejó muy alto el listón y casi no hemos recibido después otros ejemplos equivalentes.
Que Abraira permanezca en activo nos parece una excelente decisión, un gustazo como espectadores y oyentes.  

sábado, 27 de diciembre de 2014

Virna Lisi



La vida, el tiempo a veces, o quizá siempre, nos embotan. Me pregunto cuántos (de entre aquella cofradía de absortos ante las hermosas mujeres que el cine nos mostraba) recordaremos aún tus perfiladas hechuras, tu rostro de “glamour” fino, tus ojos de…, no sé, dignos del catálogo que deberíamos compilar algún día, con criterio personal, desde luego, pero posiblemente compartido. Tu merecido sitio, aunque menos ruidoso que el de otras, en aquel firmamento de mediados del XX, cuyas postales comprábamos, un poco avergonzados ante la mirada socarrona o censora de la señora de la pequeña papelería, los jóvenes coleccionistas y aficionados que fuimos; una o dos veces por semana infalibles asistentes, para siempre seducidos espectadores del milagro de “la gran pantalla”.
Qué lejos, todo aquello: qué lejos, todo. Qué desazón de sueños desvanecidos, de cuentas pendientes.
Pasó de prisa; y más que va a pasar. Si no fuera terrible, parecería una secuencia de Groucho o de Buster.
Sobrevivimos subdivididos en ciclos fugaces. Otra vez, los días traen más horas de luz, rumbo a otra primavera, en otro almanaque, visto y no visto.
Esto es lo que hay, así nos ha llegado la noticia, estas semanas, de tu muerte, Virna Lisi.
¿Se ve algo, desde ahí, del otro lado?