jueves, 12 de diciembre de 2013

La macrofiesta



Aunque para ditirambos, los proferidos, emitidos, amontonados durante las jornadas que va durando el macrofestival de despedida a Mandela.
Como todo sale en la tele (esa esponja uniformadora de conciencias y criterios, esa caja tonta/hipnótica), a mí me ha recordado a Woodstock, al Mundial de fútbol, al Carnaval de Río. Eso me desconcertó un poco, ya que soy más bien clásico y tengo otro entendimiento de lo que debería ser un funeral, por mucha talla que tenga, o se le quiera conceder, al difunto de turno.
Pero el espectáculo manda, es fenómeno omnipotente y puede que convenga como distracción planetaria, como anestésica ficción de un ecumenismo mucho más pregonado que verdadero, si es que tiene algo de verdadero.
De modo que la avalancha de imágenes y de comentarios numerosamente frívolos, contaminados de los tics vigentes, ha sido importante, aplastante, un notición.
Lamento que hasta el final no se nos enseñara a llamar al finado Madiba, con el gusto que nos habrían dado esa familiaridad y trato próximo con el personaje, cuyos antecedentes y recorrido ha recordado con memoria el maestro Jiménez Losantos.
En lo personal, a un hombre que tanta lucha y cautiverio ha padecido, sólo los desconsiderados y los gazmoños le reprocharán haber recurrido, si así fue, al consuelo que la afición por las mujeres y la belleza de éstas procuran.
En ese estadio gigantesco, a Raúl Castro, rancio de consignas devaluadas y cansinas, lo debió sorprender el saludo cordial del desenvuelto Obama, cuya parienta se fue tensando luego ante la creciente euforia deportiva del moreno que se lo estaba pasando pipa, según comentan las más deslenguadas comadres del circo global.
En fin, Nelson, que Dios te dé salud como…  

1 comentario:

  1. Este funeral ha servido para crear una nueva estrella mediática: el traductor de signos que acompañaba al norteamericano presidente en el estrado. Sólo faltaba a su lado Leonardo Dantés bailando con el pañuelo.

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