martes, 26 de noviembre de 2013

Don Silvio



Con empaque y licenciosillas aficiones y costumbres, Berlusconi anda siempre en el ojo del huracán, como se dice, tal que un contemporáneo emperador de la antigua Roma.
No hay que esforzarse mucho para suponerle y aun comprobarle un largo catálogo de marrullerías, maniobras turbias, seudolegalismos y asuntos de todo menos decentes. Pero ocurre que el tío es listísimo para ir saliendo adelante; y me da la sensación de que además sabe, se lo hacen sentir, que su bizarría, sus énfasis y modales de protagonista apasionado, sus corbatas y camisas impecables, su aura de macho, por más que provecto, al estilo tradicional todavía dan réditos en un sector nada desdeñable del pueblo, del público; consta que su poder es mucho e impresiona, que domina medios de comunicación y tinglados económicos de gran fuste... etc., lo cual, que se le van quedando pequeños los adversarios y los detractores, mayormente hipócritas que disimulan con dificultad el hecho previsible de que, si pudieran, emularían con similar denuedo sus “hazañas”, y le irían a la par en esta “dolce vita” de las orgías, juergas diversas y mujeres guapísimas.
Como eso, por ruido que se haga, sigue teniendo su brillo y continúa sin derribar definitivamente al hombre, se agarraron a lo de la corrupción de menores, que hoy a casi todos repugna, pero que, otra vez, en la Roma Imperial (y en muchas otras épocas y naciones) a nadie quitaba el sueño demasiado.
Cuando, además, las presuntas menores exhiben con tanta desenvoltura actitudes y modos de precoces y aventajadísimas zorras, de resueltas aspirantes al dinero-como-sea o al estrellato porno, su supuesta fragilidad de menores, de víctimas inocentes, queda muy mucho mermada, tal como viene ocurriendo con esos asesinos niños, sólo en añitos, que ocasionalmente organizan matanzas, hay quien dice por lo fino masacres, y luego hay que ampararlos por una consideración administrativa que atufa bastante a intento de lavar conciencias.
Puede que esté todo inventado, incluso las berreas de los ciervos en los bosques, y que la Lolita de Navokob*, y las ninfas de la mitología clásica, etc. no fueran del todo ajenas a las pretensiones de sus correspondientes faunos.
Esto de la ética y la moral, ya se sabe, cambia mucho con los tiempos y los lugares, y no deja de ser un factor relativo, casualmente en esta era en la que los más “moernos” se dedican a relativizarlo todo. Hay que ver.
Berlusconi lidia una y otra vez en su clásica manera de enrocarse contra unos acorralamientos que bien podrían ser los postreros. Viva Italia.

* Por cierto, leo la novela finalmente, décadas de oir nombrarla, y algún recuerdo de la versión cinematográfica con James Mason, creo. El libro engancha y hasta tiene algunos pasajes poéticos, inspirados.

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