viernes, 20 de diciembre de 2013

Para los próximos días



Es improbable que un mástil sobreviva al asedio persistente de las aguas salitrosas, a la decadencia inevitable.
Así, el tándem del bricolaje (ampliamente poseído de la furia renovadora que actualiza las instalaciones y pone todo al día o, por mejor decir, como los chorros del oro) de camino de la expedición urgente, adquiere un artilugio de platelmintos que realizará a satisfacción las funciones previstas.
(Ése era el fragmento surre.)
Ahora nos daremos una pausa más o menos navideña. Y después de Reyes, ya en el 2014 y Dios mediante, reanudaremos estas entregas que ojalá encuentren menores motivos para fulminar, siquiera de palabra, a la panda de desahogados que maneja nuestra barca.
Salud; y, a lo mejor, una dosis de ley islámica contra todo tipo de delincuentes.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Complemento: al volante, ni una gota de alcohol



La coma es añadido mío.
Y ahora estamos plenamente de acuerdo.
Primero, desperdiciar el alcohol usándolo para mojar el volante es una miserable e indecente canallada.
Segundo, no se debe ser mezquino y cicatero, que eso sería el goteo: el alcohol merece de sobra ser trasegado en sorbos hondos y generosos que placenteramente colmen casi por completo la cavidad bucal, para después ejercer en los sucesivos bajantes la cordial y entonadora influencia, esa reconfortante sensación de vivir que los abstemios y melindrosos ignoran y aun denostan.

Porque encierra gran verdad, como acabamos de glosar, el lema merece el aplauso y el respaldo de las personas de bien y los de las otras, por más que lo hayan, al lema me refiero, propuesto autoridades que siéndolo, como es sabido, casi siempre andan corruptas y manipuladoras, a más de abusivas y horteras.

(Del opúsculo o guía espiritual pendiente de ser editado por Publicaciones Rodriguistas, S.A.)

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Caso sin resolver



Entre las confidencias, entre las caricias del amor, el hombre repetidamente ya la había advertido:
--“Un día, te comeré”.
Andando el tiempo, cuando las autoridades diligentes rastreaban cualquier indicio, cualquier pista que ayudar pudiera al esclarecimiento de la misteriosa desaparición de la mujer, no faltó algún vecino curioso y oficioso que comentase cómo le había llamado la atención, de siempre, la misantropía del, por el momento, único sospechoso; de sus costumbres reservadas, introvertidas, de su silencio, su inusual bata blanca de cirujano (que podría ser también la de un descuartizador carnicero).
En los anales de la apacible y pequeña ciudad ha quedado relatado el extraño caso, que los más conspicuos investigadores imposiblemente desentrañarán, jamás, ni siquiera cuando hayan recabado el apoyo del minucioso, aunque lírico, H. Acebo, de acendrado origen medio céltico y rapsoda a sus horas.    

martes, 17 de diciembre de 2013

Beber con moderación



que no es desde luego lo que hacen los imprudentes alevines del botellón o botellona, esto va por autonomías, es costumbre española cuya prédica quizá esté de sobra si sólo la sustenta y/o la produce la afición bobísima de malamente copiar, y con retraso, las puritanas consignas del imperio que – no le ha dado tiempo tampoco – no entiende como nosotros esto de la “priva”.
Para empezar, moderación es muy elástica palabra, incapaz de acotar con la debida exactitud las variables cantidades de alcohol que se pueden ingerir, y lo cambiante del efecto de éstas, sometido a la condición, tamaño, edad, brío, velocidad, sexo, entrenamiento, etc. de los aficionados.
Ya que no se nos iguala en tantísimas otras cuestiones con las cuales otro gallo quizá nos cantara, puede ser un desafuero, o una memez, intentar ajustar con franciscano rigor nuestras costumbres a las ajenas, nuestros horarios a los ajenos, nuestras acreditadas conclusiones a las poco maduras y atropelladas exigencias de los que pretenden la imitación de los descendientes del Mayflower, gente con la que poco tenemos que ver.
Muy distintos estilo y resultado hay en el yanqui que se pone ciego de bourbon y cerveza, que ya es mezcla alarmante, y el español que alterna fino y langostinos, chiquitos y bocartes, ribeiro y queso de tetilla, pongamos por caso, con instintiva sabiduría y orientado tono.
Muy distinto desayuno hace aquél (porque tiempo y dinero y distancia entre trabajo y hogar se lo imponen, y una cena de más o menos seis de la tarde de la víspera) que el que corresponde a nuestro paisano promedio, cuyo reparto es radicalmente distinto en tantos detalles. Etc.
Nos toca, esto sí que es castizo, los cojones (y excusen el relieve de la expresión) la sosería inoperante con la que a veces, entre series estúpidas de estúpida televisión y patéticos contagios sin digestión previa, se nos pretende empujar a discutibles protocolos remotos.
Mire cada uno de por sí, con personal responsabilidad de las consecuencias, y dejen de dar la lata los “enterados” con tan sobrante y presuntuoso paternalismo redentorista.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Poco sitio en el que perderse



En el largo y, en ocasiones imprudente, devenir de la vida, ocurre con frecuencia considerable sucumbir a ese titubeo que la tradición sesgadamente describe como el acto de mezclar “churras con merinas”.
Y conviene ser, en este extremo, cuidadosos porque ni es lo mismo 8 que 80, ni más vale un toma que dos te daré.
Afirmo esto apuntalándolo con el ejemplo de que Ud. en la misma jornada puede llegar a perfumarse con tres o más colonias distintas, lo que parecerá un temerario exceso, pero nunca tan apabullante como el hercúleo propósito intuido de un pájaro de pequeño formato, gorrión o así, que se posa en una semicolumna para abarcar con su vista todo el ancho de la playa, todo lo profundo del Atlántico y la nada desdeñable distancia que, una vez recorrida, lo deposita a uno en el malecón de la Habana, o en Puerto Rico, en cierto hotel en cuya esquina una tiendita de licores y ultramarinos es el escenario de acreditada, enjundiosa y amistosa tertulia entre parroquianos que fueran ya a modo de cofradía o casi secta masónica.
--“¿Dónde estás, amor?”
--“Aquí: en esta casa hay poco sitio en el que perderse”